lunes, 1 de abril de 2013

HUYENDO DE LA REALIDAD

Jorge, Irene, Javier, Alba y Alejandro son los protagonistas de nuestra historia. Cinco jóvenes que se encuentran a disgusto con la vida que llevan. Javier proviene de una familia desestructurada donde convive con sus abuelos, su madre y una hermana. Su padre se marchó porque la convivencia era insostenible. Jorge, Irene y Alba son quizás de lo que pudiéramos llamar una familia más normal, tan normal que la monotonía les corroía el ánimo y estaban sedientos de aventura y tener una vida diferente. Alejandro del seno de una familia pudiente se sentía abandonado por su propia familia, su padre siempre ocupándose de sus negocios y su madre ensimismada en sus relaciones de alta sociedad. Alejandro se dio cuenta que no le hacían falta todos esos bienes materiales, sino que necesitaba afecto y había hecho de sus compañeros de instituto su propia familia. Todos ellos tenían varias cosas en común: estaban en el último año de instituto, pertenecían al mismo grupo de trabajo de ciencias de la humanidad y con inquietudes quizás no tan diferentes al resto de sus compañeros pero con la suficiente determinación para tomar alguna iniciativa. Eran los últimos días de clase y estaban reunidos en el grupo cuando Alejandro expuso: Quiero proponeros algo; Estos son los últimos días de clase del que será quizás el último año que estudiaremos juntos, quiero proponeros una experiencia para la que podemos aprovechar el viaje de fin de estudios. Consistiría en viajar a algún lugar deshabitado, apartado de la civilización y sin los medios materiales y domésticos a los que estamos acostumbrados. 
Javier.- Para eso hace falta dinero… al menos para despegar. 
Alejandro.- Eso no va a ser problema, yo llevo ahorrando mucho tiempo para llevar a cabo este proyecto. 
Irene.- No creo que mis padres estén muy de acuerdo. 
Alejandro.- También he pensado en ello. Lo enfocaremos como un proyecto de trabajo, un experimento para subir nota en la asignatura de ciencias de la humanidad. Jorge.- No seré yo el que ponga pegas, llevo mucho tiempo soñando con poder realizar algo así. Podéis contar conmigo. ¿Y tú que dices Alba? 
 Alba.- Tú ya sabes que no te dejo ir sin mí a ninguna parte. (Dijo jocosamente). 
Alejandro.- Entonces no se hable más sobre las posibilidades, ahora vamos a darle cuerpo al proyecto y a ultimar los preparativos. 
Se quedaron hablando sobre el tema el resto de la tarde, pues había muchas cosas que concretar y poco tiempo para preparar la partida. Era evidente que no iban a contar con el beneplácito de sus progenitores por lo que se lo plantearon como una excursión escolar que solo duraría unos pocos días. Unos días después se reunieron en el aeródromo donde el padre de Alejandro tenía una avioneta de la que solía disponer para sus viajes de negocios. Alejandro no poseía el carnet de piloto, pero si había estado dando clases y había volado varias veces ejerciendo de piloto con su padre. Estaban todos ellos con el corazón en un puño y en ellos se mezclaban los sentimientos de ilusión por la aventura y miedo por las posibles consecuencias de su acción. 
 Alejandro.- Es la hora de emprender nuestro vuelo, subid al aparato y acomodaros. 
Irene.- Un momento, no sé si he echado el acondicionador de pelo. 
Javier.- No es hora de titubeos, es que esté vacilando sobre la decisión que se quede en tierra, pero desde luego no seré yo. Todos subieron a la avioneta que cogió velocidad y tomo vuelo en un santiamén. Habían pasado varias horas y estaban sobrevolando mar abierto, cuando… 
Alba.- ¿Es normal que el motor del ala izquierda no eche humo y el derecho si? 
Alejandro.- No, claro que no es normal, hace rato que noto que pierde potencia y ha bajado la presión del aceite. No había terminado la frase cuando se produjo una fuerte explosión que tambaleo al aparato y conmocionó a sus tripulantes. La histeria se apoderó de Irene y de Alba, mientras que Jorge palideció y era incapaz de articular palabra. El avión empezó a perder altura a gran velocidad. 
Javier.- ¡Mierda! ¿Sabes hacer una amerizaje? 
Alejandro.- No lo he intentado nunca pero me enseñaron que es más fácil que sobre tierra… cuando se trata de un hidroavión claro. 
Irene.- ¡Vamos a morir! 
Javier.- Aquí no va a morir nadie, en cualquier caso tan sólo yo le partiré la crisma a Alejandro. 
Alejandro.- ¡Agárrense! Nuevamente no le dio tiempo a terminar la frase. 
La avioneta al tocar agua hundió las patas de las ruedas en el agua y frenó casi en seco volcando hacia adelante en una pirueta que la dejó panza arriba. Durante unos segundos se escucharon múltiples golpes y gritos de dolor que cuando cesaron dieron lugar a gemidos de dolor y algún llanto. 
Javier.- ¿Estáis todos bien? 
Alba.- No. Jorge parece que está muerto. Está sangrando por la cabeza. 
Alejandro.- No está muerto, si fuera así no sangraría de ese modo. Taponadle la herida mientras yo preparo la barca auto hinchable. 
En pocos segundos entre Javier y Alejandro pasaron a la barca a Jorge y Alba lo hizo como pudo. Faltaba Irene, se había quedado en la avioneta presa de un ataque de pánico. Mientras la avioneta de hundía. Javier volvió a pasar dentro de la cabina y forzó a Irene a salir de allí para ponerla a salvo. 
Una vez en el bote cada uno se acomodó como pudo. Todos quedaron exhaustos y en silencio. Estaba anocheciendo y poco a poco se fueron quedando dormidos. 
El primero en despertarse fue Jorge aunque con un gran dolor de cabeza, aturdido e intentado asimilar la situación a la que no se acuerda cómo había llegado. Sus ojos cambiaron cuando con los primeros rayos del alba, logró divisar entre la niebla algo que podría ser tierra firme. Emulando a Rodrigo de Triana estiró el cuello y gritó “Tierra a la vista”. 
Todos sus compañeros despertaron casi al unísono aunque con los ojos engurruñados, la adrenalina se apoderó de ellos y empezaron a remar con las manos y a gritar, exclamar, reír y llorar “Rema” ,”Tierra”, ”Dios mío”, todo ello sumaba un cóctel de importantes sensaciones.
En cuanto pisaron la arena de la playa se dieron cuenta de la nueva y cruda realidad. Empezaron a vagar como ausentes, como buscando algo que así no existía. Ahora debían asumir el reto de sobrevivir en la isla, pero el panorama era muy diferente al que ellos habían previsto, todo el equipaje se había hundido con la avioneta: nada de víveres, ni utensilios ni tiendas, solo contaban con un bote hinchable y las 2 bengalas que este portaba. Ante ellos la dificultad de subsistir a partir de nada. Acaso no era ese el “Proyecto” que se habían propuesto. 
La isla fue generosa con ellos, les brindo abundantes frutos silvestres tropicales, agua dulce, cobijo y hasta lecho para dormir. El primer día transcurrió bien, tuvieron tiempo de descansar y hasta de divertirse dándose un baño. Pero a la mañana siguiente empezaron a plantearse nuevas cuestiones. 
 Alba.- Tenemos que buscar la forma de salir de aquí. 
Javier.- Acaso no era esto lo que estábamos buscando. 
Jorge.- Una cosa es lo que habíamos planeado, pero esto no tiene nada que ver, ni el destino ni las circunstancias y sobre todo las provisiones. 
Irene.- Claro que no. Nos ha ocurrido un accidente en el que podríamos haber muerto. Javier.- No seré yo el que ponga impedimentos para salir de aquí, por el contrario colaboraré todo lo posible, pero mientras permanezcamos aquí, habrá que vivir acuerdo a las circunstancias que tenemos. 
Alejandro.- Todos sabíamos que estábamos tomando una decisión peligrosa y es evidente que todo nos ha salido mal y hemos de pagar las consecuencias. Pero en cuanto a salir de aquí espero que no tarden mucho en encontrarnos, puesto que la avioneta llevaba GPS y no habrán tardado nada en darse cuenta de nuestra maniobra ni en descubrir donde se ha hundido, de cuyo sitio no debemos estar muy apartados. 
Irene.- Espero que no tarden mucho. Ahora lo que más echo de menos es mi cepillo de dientes. 
Siguieron hablando y sobre todo planificando cómo iban a pasar el resto del tiempo que les quedara allí. Querían organizarse un poco para las necesidades que les pudiesen ir surgiendo: alimentación, descanso, aseo o riesgos del medio. 
Pero Alejandro había acertado plenamente en sus predicciones y en el continente ya se habían percatado de la maniobra de los muchachos y se estaban preparando para salir en su rescate. No pasarían muchas horas para que una vez calculadas las coordenadas donde se hallaba hundida la avioneta, los vientos y las corrientes marinas de la zona, partiese una misión en dos helicópteros de protección civil en los que también viajaba uno de los padres de cada uno de los muchachos. 
Mientras, en la isla el día había transcurrido y habían preparado una tienda con algunos troncos y ramas de palmeras, también habían mejorado los camastros a base de follaje y cubriéndolo con amplias hojas verdes, incluso habían hecho un fuego utilizando para ello una de las bengalas. La vida en plena naturaleza da mucho cansancio por lo que nada más oscurecer se dispusieron a descansar. 
No habrían pasado un par de horas desde que se habían acostado cuando a Javier lo despertó algo parecido a gemidos o pequeños quejidos que provenían de la zona donde estaban descansando Jorge y Alba; al principio pensó …..Y no se atrevió a moverse, pero la curiosidad fue más fuerte y alzó un poco la cabeza para observar. Lo que vio fue muy diferente a lo que pensaba, se trataba de una gran boa constrictora que se había enrollado al cuello y al tórax de Alba y la estaba asfixiando. Inmediatamente grito ¡Albaaaa!, para alertar al resto de los compañeros, se levantó en dirección a los restos de la fogata donde cogió uno de los troncos que aún estaban ardiendo y yéndose para Alba, no dudo en acercarlo al cuerpo de la inmensa boa, que al sentir el calor se contrajo mucho más pero que inmediatamente ceso la acción y se alejó del lugar. 
Todo había ocurrido en muy pocos segundos, Irene conmocionada con un ataque de pánico parecía que quería gritar pero no le salía ni un hilo de voz. Jorge parecía ayudar a respirar a Alba abriéndole las vías respiratorias e insuflando aire en sus pulmones. Javier con el tronco en mano a modo de antorcha, echaba un vistazo alrededor para verificar que se había alejado el peligro y Alejandro intentaba hacer reaccionar a Irene con pequeñas bofetadas como caricias mientras no perdía de vista las maniobras de Jorge. 
Pasaron varios minutos para que todo volviera a la seminormalidad, ahora los que nos estaban llorando a lágrima viva, estaban al menos con el llanto en los ojos. Se consolaban unos a otros y se abrazaban, habían pasado unas situaciones muy estresantes y necesitaban desahogarse, además en sus caras se reflejaba la desesperación y que empezaban a dudar de sus posibilidades. 
No habían salido aún de este estado cuando en el silencio de la noche se dejó oír el poderoso rugir de las hélices de los helicópteros que acudían a su rescate. Inmediatamente Alejandro se apresuró a encender la bengala que aun conservaban y comenzó a agitarle dibujando una media luna desde la orilla de la playa. Los muchachos pasaron en un segundo de la desesperación al regocijo y la ilusión del que ve un espectáculo maravilloso, acompañados de gritos, saltos y risas nerviosas. Fue cuestión de segundos que los tripulantes de los helicópteros se alertaran de la señal y se acercaran a la gran explanada de la arena de la playa para tomar tierra. 
El resto de la operación rescate transcurrió como podréis imaginar: abrazos, lágrimas, llantos, miradas, las pocas palabras que se pronunciaban salían de las bocas de los miembros de protección civil que se limitaban a dar instrucciones y organizar la vuelta. 
A la vuelta de la aventura transcurrieron unos días algo turbulentos en cuanto al ánimo de nuestros excursionistas y de sus familiares, así como el ajuste de responsabilidades, pero aunque ese era el mundo de siempre, nada volvió a ser lo mismo. Sus amigos y conocidos, unos los miraban con admiración de la proeza, otros con recelo o envidia; la mayoría de sus familiares los trataban con el respeto por lo que no sabían de lo que serían capaces de llegar a hacer, ellos mismos habían cambiado, una experiencia de ese calibre no deja a nadie indiferente, se veían más maduros y capaces de afrontar sus responsabilidades y asumir las circunstancias que a cada uno rodeaba en su vida. 
Alejandro fue a la universidad y comenzó a compartir con su padre los mundos de los negocios. Jorge, Alba e Irene también fueron a la universidad aunque Jorge y Alba dejaron de salir juntos, quizás se dieran cuenta que lo suyo hubiera sido tan solo una aventura más de la vida. Irene no terminó la universidad, pero porque encontró a la persona idónea para formar pareja. Javier se enroló en una misión humanitaria en el tercer mundo para así poder satisfacer plenamente sus necesidades de aventura, afecto y sentirse realizado. 
En cuanto a mí como cronista de esta historia, reconozco cierta envidia de no haber hecho nunca algo así y os aseguro que no es por responsabilidad, sino por falta de iniciativa o agallas como le queráis llamar. Me he adaptado a las circunstancias que me rodean pero sin saber que hubiera sido de mí cuando me propusieron ir con ellos.

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